En el Colegio Franciscano Santa Anita concebimos los valores como componentes de un contenido ético y social marcados por el espíritu de San Francisco de Asís y las convicciones Cristianas, integrándolos y constituyendo el sello personal con estilo Educativo Franciscano.
Los valores franciscanos esenciales son
LA FRATERNIDAD Y LA MINORIDAD
Cada uno de estos contiene otra serie de valores que los especifícan

FRATERNIDAD
La fraternidad es un valor fundamental que se basa en la convicción de que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre que es Dios. Esta creencia se fundamenta en la paternidad de Dios, el seguimiento de Cristo como hermano mayor y el amor radical por el otro movido por el Espíritu Santo.
La fraternidad implica valores como la devoción, la igualdad, la reciprocidad, la misericordia, la alegría y el amor y cuidado de todo. Estos valores nos llevan a tratar a los demás con respeto y compasión, a buscar el bien común y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En la práctica, la fraternidad se manifiesta en acciones concretas como ayudar a los demás, compartir nuestros recursos y conocimientos, escuchar y apoyar a quienes lo necesitan y trabajar juntos por el bien común. También implica cuidar de nuestro entorno y de todo lo que nos rodea, reconociendo nuestra responsabilidad como parte de una comunidad global.
En resumen, la fraternidad es un valor espiritual que nos lleva a vivir en armonía con los demás y con nuestro entorno, buscando siempre el bien común y trabajando juntos por un mundo mejor.

Devoción
La devoción es un valor espiritual que se refiere a la relación personal entre Dios y el hombre, y entre el hombre y Dios. Esta relación se basa en el reconocimiento de la presencia de Dios en nuestras vidas y en la búsqueda de una conexión más profunda con Él a través de la oración y la reflexión.
San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana, enfatizó la importancia de fomentar el espíritu de oración y devoción. Para él, la oración era una forma de comunicarse con Dios y de encontrar paz y consuelo en momentos de dificultad.
En la práctica, la devoción puede manifestarse de diferentes maneras, como dedicar tiempo a la oración y la meditación, participar en actividades religiosas y comunitarias, y buscar maneras de servir a los demás. La devoción nos lleva a vivir nuestra fe de manera más profunda y a buscar una conexión más íntima con Dios.
En resumen, la devoción es un valor espiritual que nos lleva a reconocer y fortalecer nuestra relación con Dios a través de la oración y la reflexión. Nos ayuda a encontrar consuelo y guía en nuestra vida espiritual y a vivir nuestra fe de manera más profunda.

IGUALDAD
La igualdad es un valor fundamental que se basa en la creencia de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y dignidad debido a su origen común. Si Dios es el Padre de todos, entonces todos somos hijos de Dios y merecemos ser tratados con respeto y justicia.
En la práctica, la igualdad implica tratar a todas las personas con equidad, sin importar su origen, género, raza, religión u orientación sexual. Esto significa luchar contra la discriminación y el prejuicio y trabajar por un mundo en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos.
La igualdad también implica reconocer y respetar las diferencias entre las personas y valorar la diversidad como una fuente de riqueza y fortaleza para nuestras comunidades. Al tratar a todas las personas con igualdad, podemos construir una sociedad más justa y solidaria en la que todos puedan desarrollarse plenamente.
En resumen, la igualdad es un valor espiritual que nos lleva a tratar a todas las personas con equidad y justicia, reconociendo su valor y dignidad como hijos de Dios. Nos ayuda a construir una sociedad más justa y solidaria en la que todos puedan desarrollarse plenamente.

RECIPROCIDAD
La reciprocidad es un valor espiritual que se refiere a la mutua expresión de amor y fraternidad entre las personas. Según el deseo que Jesús expresó a sus discípulos de “amarse los unos a los otros”, la reciprocidad implica dar y recibir amor de manera equitativa y justa.
En la práctica, la reciprocidad se manifiesta en acciones concretas como ayudar a los demás, compartir nuestros recursos y conocimientos, escuchar y apoyar a quienes lo necesitan y trabajar juntos por el bien común. También implica reconocer y valorar el amor y el apoyo que recibimos de los demás y devolverlo de manera equitativa.
La reciprocidad nos lleva a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas. Nos ayuda a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En resumen, la reciprocidad es un valor espiritual que nos lleva a dar y recibir amor de manera equitativa y justa. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas y a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades.

MISERICORDIA
La misericordia es un valor espiritual que consiste en aceptar a los demás tal como son, con sus virtudes y sus defectos. Se basa en el principio evangélico de “Haz con los demás como quieras que hagan contigo” (Mt 7,12), lo que implica tratar a los demás con compasión y comprensión.
En la práctica, la misericordia se manifiesta en acciones concretas como perdonar a quienes nos han hecho daño, ayudar a los demás en momentos de necesidad y mostrar compasión y empatía hacia quienes están sufriendo. También implica ser pacientes y comprensivos con los demás, reconociendo que todos somos humanos y cometemos errores.
La misericordia nos lleva a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas. Nos ayuda a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En resumen, la misericordia es un valor espiritual que nos lleva a aceptar a los demás tal como son y a tratarlos con compasión y comprensión. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas y a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades.

ALEGRIA
La alegría es un valor espiritual que se refiere a la capacidad de comunicar y recibir el gozo que hay en nuestros corazones. Esta alegría surge del amor a la vida y a la belleza y de la creencia de que Dios habita en nuestros corazones.
En la práctica, la alegría se manifiesta en acciones concretas como compartir momentos de felicidad con los demás, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y buscar maneras de hacer felices a quienes nos rodean. También implica mantener una actitud positiva y optimista ante las dificultades y encontrar motivos para sonreír incluso en los momentos más difíciles.
La alegría nos lleva a vivir la vida con entusiasmo y gratitud, valorando cada momento y buscando siempre el lado positivo de las cosas. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas.
En resumen, la alegría es un valor espiritual que nos lleva a comunicar y recibir el gozo que hay en nuestros corazones. Nos ayuda a vivir la vida con entusiasmo y gratitud y a construir relaciones más saludables y equitativas.

AMOR Y CUIDADO DE TODO
El amor y cuidado de todo es un valor espiritual que se refiere a la creencia de que todas las criaturas son un don de Dios y merecen nuestro respeto y cuidado. Esta creencia se basa en la idea de la fraternidad universal, en la que todas las criaturas son consideradas hermanos y merecen ser tratadas con amor y compasión.
En la práctica, el amor y cuidado de todo se manifiesta en acciones concretas como cuidar de nuestro entorno y de todas las criaturas que lo habitan, trabajar por la conservación de la naturaleza y buscar maneras de vivir en armonía con el medio ambiente. También implica tratar a los demás con respeto y compasión, reconociendo su valor como criaturas de Dios.
El amor y cuidado de todo nos lleva a construir un mundo más justo y sostenible en el que todas las criaturas puedan desarrollarse plenamente. Nos ayuda a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En resumen, el amor y cuidado de todo es un valor espiritual que nos lleva a respetar y cuidar de todas las criaturas como dones de Dios. Nos ayuda a construir un mundo más justo y sostenible en el que todas las criaturas puedan desarrollarse plenamente.

MINORIDAD
La minoridad es un valor espiritual que se refiere a la aspiración de ser “menor” en la sociedad, es decir, no buscar ser el principal ni las bondades que ofrece la riqueza, sino aspirar a la liberación que conlleva la pobreza y la apertura a todos. Este valor se relaciona con la pobreza de espíritu, la humildad, la sencillez y el servicio.
Dentro de la minoridad se consideran valores como la servicialidad, la humildad, la apertura, el trabajo, la paz y la libertad. Estos valores nos llevan a vivir de manera sencilla y humilde, buscando siempre servir a los demás y trabajar por el bien común.
En resumen, la minoridad es un valor espiritual que nos lleva a aspirar a ser “menores” en la sociedad y a vivir de manera sencilla y humilde, buscando siempre servir a los demás y trabajar por el bien común.

SERVICIALIDAD
La servicialidad es un valor espiritual que se refiere a la capacidad de estar siempre dispuestos a ayudar a los demás cuando nos necesiten. Este valor nos lleva a poner nuestras habilidades y recursos al servicio de los demás y a buscar maneras de hacer una diferencia positiva en el mundo.
En la práctica, la servicialidad se manifiesta en acciones concretas como ayudar a los demás en momentos de necesidad, compartir nuestros recursos y conocimientos, y trabajar juntos por el bien común. También implica estar siempre dispuestos a escuchar y apoyar a quienes lo necesitan y a buscar maneras de mejorar la vida de los demás.
La servicialidad nos lleva a vivir de manera generosa y desinteresada, buscando siempre el bienestar de los demás y trabajando juntos por un mundo más justo y solidario. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas.
En resumen, la servicialidad es un valor espiritual que nos lleva a estar siempre dispuestos a ayudar a los demás y a poner nuestras habilidades y recursos al servicio del bien común. Nos ayuda a vivir de manera generosa y desinteresada y a construir relaciones más saludables y equitativas.

HUMILDAD
La humildad es un valor espiritual que se refiere al reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza delante de Dios. Como decía San Francisco de Asís, “Eso somos y no más”. La humildad nos lleva a aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y defectos, y a reconocer nuestra dependencia de Dios.
En la práctica, la humildad se manifiesta en acciones concretas como reconocer nuestros errores y limitaciones, pedir perdón cuando hemos hecho daño a los demás y buscar siempre aprender y mejorar. También implica tratar a los demás con respeto y compasión, reconociendo su valor como criaturas de Dios.
La humildad nos lleva a vivir de manera sencilla y auténtica, buscando siempre el bienestar de los demás y trabajando juntos por un mundo más justo y solidario. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas.
En resumen, la humildad es un valor espiritual que nos lleva a reconocer nuestra verdadera naturaleza delante de Dios y a aceptarnos tal como somos. Nos ayuda a vivir de manera sencilla y auténtica y a construir relaciones más saludables y equitativas.

APERTURA
La apertura es un valor espiritual que se refiere a la capacidad de comprender y aceptar actitudes, modos de pensar y maneras de vivir distintas a las nuestras. Esto implica acoger al otro tal como es, sin juzgarlo ni intentar cambiarlo.
En la práctica, la apertura se manifiesta en acciones concretas como escuchar con atención y respeto las opiniones de los demás, buscar entender sus puntos de vista y valorar la diversidad como una fuente de riqueza y fortaleza para nuestras comunidades. También implica estar dispuestos a aprender de los demás y a cambiar nuestras propias ideas y actitudes cuando sea necesario.
La apertura nos lleva a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas. Nos ayuda a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En resumen, la apertura es un valor espiritual que nos lleva a comprender y aceptar las diferencias entre las personas y a valorar la diversidad como una fuente de riqueza y fortaleza. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas y a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades

TRABAJO
El trabajo es un valor espiritual que nos permite desarrollar las capacidades y talentos que Dios nos ha dado. A través del trabajo, el ser humano puede alcanzar la plenitud de la madurez y la felicidad.
En la práctica, el trabajo se manifiesta en acciones concretas como esforzarnos por hacer bien nuestras tareas y responsabilidades, buscar siempre mejorar y aprender nuevas habilidades y trabajar juntos por el bien común. También implica valorar el trabajo de los demás y reconocer su contribución a nuestras comunidades.
El trabajo nos lleva a desarrollar nuestras capacidades y talentos y a alcanzar la plenitud de la madurez y la felicidad. Nos ayuda a construir un mundo más justo y solidario en el que todas las personas puedan desarrollarse plenamente y contribuir al bien común.
En resumen, el trabajo es un valor espiritual que nos permite desarrollar nuestras capacidades y talentos y alcanzar la plenitud de la madurez y la felicidad. Nos ayuda a construir un mundo más justo y solidario en el que todas las personas puedan desarrollarse plenamente.

PAZ
La paz es un valor espiritual que se refiere a la búsqueda de armonía y equilibrio consigo mismo y con los demás. Los franciscanos fomentan la paz en todos los ambientes en los que se desenvuelven, buscando siempre promover la reconciliación y el entendimiento entre las personas.
En la práctica, la paz se manifiesta en acciones concretas como resolver conflictos de manera pacífica y constructiva, buscar el diálogo y el entendimiento con los demás y trabajar juntos por el bien común. También implica cultivar la paz interior a través de la oración y la reflexión y buscar maneras de vivir en armonía con nuestro entorno.
La paz nos lleva a construir un mundo más justo y solidario en el que todas las personas puedan vivir en armonía y equilibrio. Nos ayuda a fomentar la cooperación y la solidaridad en nuestras comunidades y a trabajar juntos por un mundo más justo y solidario.
En resumen, la paz es un valor espiritual que nos lleva a buscar la armonía y el equilibrio consigo mismo y con los demás. Nos ayuda a construir un mundo más justo y solidario en el que todas las personas puedan vivir en armonía y equilibrio.

LIBERTAD
La libertad es un valor espiritual que se refiere a la capacidad de elegir siempre el bien y de evitar hacer el mal. Esta libertad está orientada a la consecución de un mundo más fraterno, más humano y más hijo de Dios.
En la práctica, la libertad se manifiesta en acciones concretas como tomar decisiones responsables y éticas, buscar siempre el bien común y trabajar por un mundo más justo y solidario. También implica respetar la libertad de los demás y reconocer su derecho a tomar sus propias decisiones.
La libertad nos lleva a vivir de manera auténtica y responsable, buscando siempre el bienestar de los demás y trabajando juntos por un mundo más justo y solidario. Nos ayuda a construir relaciones más saludables y equitativas en las que ambas partes se sientan valoradas y respetadas.
En resumen, la libertad es un valor espiritual que nos lleva a elegir siempre el bien y a evitar hacer el mal. Nos ayuda a vivir de manera auténtica y responsable y a construir un mundo más justo y solidario.